jueves, 30 de noviembre de 2017


Físicos creen que el universo ya existía antes del Big Bang

 

 

Una investigación sugiere que el Cosmos no comenzó en una singularidad espaciotemporal, sino que sufrió una fase de contracción antes de la actual expansión. Algunos agujeros negros podrían atestiguarlo

 La explicación más aceptada para el origen del Universo es que la red espacio-temporal en la que nacieron las semillas de las galaxias y después las estrellas nació en una singularidad completamente enigmática: el Big Bang. A partir de un punto de densidad infinita que contenía toda la energía y la materia, donde las leyes físicas que conocemos carecen de sentido, el Universo desplegó en una ínfima fracción de segundo el comienzo de sus maravillosas alas, hace unos 13.800 millones de años. Naturalmente, los científicos no están seguros de cómo pudo ocurrir algo así.
Juliano Cesar Silva Neva, investigador en la Universidad de Campinas (Brasil) ha propuesto otra explicación alternativa. En un artículo publicado recientemente en la revista «General Relativity and Gravitation» ha sugerido la posibilidad de eliminar el Big Bang de la historia del Universo. En su lugar, ha propuesto que antes de la actual fase de expansión, el Cosmos atravesó una fase de contracción. (Silva Neva no ha sido el primero ni será el último en proponer algo así).
«Creo que el Big Bang nunca ocurrió», ha dicho el físico en un comunicado. Además ha sugerido que quizás sea posible encontrar vestigios del Universo cuando estaba en fase de contracción, y demostrar así que la gran explosión nunca ocurrió.
Desde que en 1920 el astrónomo Edwin Hubble descubrió que casi todas las galaxias estaban alejándose unas de otras, cada vez más rápido, la teoría del Big Bang comenzó a adquirir fuerza. A fin de cuentas, si las galaxias se alejan unas de otras, ¿no será porque hubo una enorme explosión?

¿Un Big Crunch?

A partir de los años cuarenta, la Relatividad de Einstein le permitió a los científicos elaborar distintas historias del Universo y vaticinar varios posibles destinos: que el Universo se expanda hasta el infinito, cada vez más rápido, que la expansión se estanque o bien que la expansión de paso a una contracción y a un gran choque, el Big Crunch.
Silva Neves se ha sumado a los que proponen que el Universo «rebota» en una eterna sucesión de fases de contracción y expansión. Las contracciones finalizan con un gran colapso o Big Crunch y luego las densidades alcanzadas son tan enormes que activan una nueva inversión del proceso, un nuevo Big Bang.
Los motivos que llevan a este científico a inclinarse por el «rebote» se encuentran en su artículo. Ahí introduce un «factor de escala» en las soluciones de la Relatividad General para explicar la tasa de expansión del Universo no solo en función del tiempo sino también de una escala cosmológica, que lleva a que el Big Bang deje de ser una condición necesaria para lo que observamos hoy.
Es más, según estas ideas podría ser que en el Universo actual hubiera huellas de la anterior fase de contracción: «La ausencia de la singularidad (del Big Bang) al comienzo del espacio-tiempo abre la posibilidad de que los vestigios de una anterior fase de contracción hayan resistido a la fase de cambio, de modo que quizás estén con nosotros en la actual fase de expansión».

El ejemplo de los agujeros negros

Estas propuestas se basan en las investigaciones que el físico ha hecho en los agujeros negros, objetos que, según él, no están definidos por la singularidad de su interior, sino por su horizonte de sucesos. Además, las ideas del factor de escala se inspiran en los trabajos de James Bardeen, un científico que modificó las ecuaciones de la Relatividad General para describir los agujeros negros en el 1968.
En vez de considerar que la masa de estos agujeros negros es constante, Bardeen sugirió con sus cálculos que la masa cambia en función de su distancia al centro del agujero negro. Así nace el concepto del llamado «agujero negro regular» y se evita el temido (por algunos) concepto de la singularidad, que en los agujeros negros consiste en la existencia de un punto de densidad infinita. Del mismo modo, la investigación de Silva Neva ha tratado de eliminar la singularidad el Big Bang.
Cálculos y teorías pueden ser muy interesantes, pero los científicos han de poder probarlos por medio de experimentos y observaciones para que la ciencia avance. El comienzo del Universo no es algo precisamente fácil de alcanzar para los científicos, pero Silva Neves cree que hay una forma de verificar sus ideas: encontrar trazas de la fase de contracción del Universo en la actual expansión. Estas huellas serían, según este físico, agujeros negros sobrevivientes.

 

Los detectores de las ondas gravitacionales predichas por Einstein

 Cien años después de la predicción de la perturbación de tiempo-espacio por el científico alemán, los detectores construidos para descubrirlas, llegaron a la sexta.

 El LIGO en Estados Unidos y el Virgo en Europa son los potentes detectores de ondas gravitacionales que juntos, al capturar repetidamente estas ondulaciones del espacio-tiempo, revolucionan la física.

 El instrumento estadounidense LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory), compuesto por dos instalaciones separadas, permitió el 14 de septiembre de 2015 la primera observación directa de estas ondas que Albert Einstein predijo en su teoría de la relatividad general.

El Virgo, ubicado cerca de Pisa en Italia, reactivó en agosto de 2017 su funcionamiento tras varios años de trabajos de mejoras y ahora participa en la investigación de las ondas gravitacionales. Ambos detectores trabajan en estrecha colaboración. 
Las cuatro primeras series de ondas gravitacionales detectadas resultaron de la fusión de agujeros negros que no emiten luz. La quinta, anunciada el 13 de noviembre y realizada por ambos instrumentos, fueron ondas gravitacionales producidas por la colisión de dos estrellas de neutrones, pequeños cuerpos celestes muy densos. La última detectada fue tres días después, el 16 de noviembre, según BBC Mundo. 
Tanto el LIGO como el Virgo están compuestos por interferómetros láser, que permiten mediciones extremadamente precisas aprovechando las interferencias de las ondas y las propiedades de la luz.

Estos interferómetros gigantes ultra sensibles consisten en dos brazos perpendiculares, unos túneles de varios kilómetros de largo (4 kilómetros el LIGO y 3 el de Virgo) en los que circula un rayo láser que se refleja en cada extremo sobre espejos. 
El rayo se separa en dos, cada uno de los cuales viajan varios kilómetros a través de los tubos al vacío perpendiculares entre sí. Cuando golpean los espejos, estos haces rebotan y hacen el camino a la inversa, causando interferencia. 
Al pasaje de una onda gravitacional, las longitudes recorridas por los dos rayos láser varían y el fenómeno de interferencia se modifica, lo que permite que sea detectado y medido. 
Las dos instalaciones de LIGO están separadas por 4.000 kilómetros, una en Livingston, Luisiana, en el sur de Estados Unidos, y la otra en Hanford, en el estado de Washington, noroeste. 
 
El LIGO, que implica a unos 1.200 científicos de todo el mundo, es financiado por la National Science Foundation (NFS) y dirigido por el Instituto Tecnológico de California (Caltech) y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). 
El Virgo fue construido hace un cuarto de siglo por el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) en Francia y el Istituto Nazionale di Fisica Nucleare (INFN) en Italia. Reúne a más de 280 físicos, ingenieros y técnicos de 20 laboratorios europeos, incluidos seis en Francia, ocho en Italia y dos en Holanda.